Las enseñanzas de los gansos


Cada vez que un ganso bate sus alas provoca un alzamiento del pájaro que lo sigue.
Volando en una formación tipo V, la parvada como un todo, aumenta su rango de vuelo en un 71% con respecto a lo que podría volar si lo hiciera solo.


Cuando un ganso sale de la formación, inmediatamente siente el peso y la resistencia de tratar de volar solo, entonces rápidamente vuelve a la formación para poder beneficiarse de la capacidad de alzamiento que produce el pájaro que va delante de él.


Cuando el ganso líder se cansa, deja el puesto, rotando hacia atrás en la formación y otro ganso se pone a la cabeza de la misma.


Los gansos que van atrás de la formación graznan (honk), alentando a los de adelante para que mantengan la velocidad.
Cuando un ganso enferma, es herido o derribado, dos gansos se salen de la formación y bajan para ayudarlo y protegerlo.
Permanecen junto a él hasta que pueda volver a volar o muere.

Después ellos viajan solos para integrarse a otra formación o vuelven a la parvada original.
autor anónimo

VIAJE MENDOZA-USPALLATA ( una travesía a puro corazón y piernas )


Este relato se lo quiero dedicar a mi familia y mis amigos….

Me llamo RAUL STRACHWITZ, actualmente jubilado e integro un grupo de ciclismo del Circulo Policial de la Provincia de Mendoza…. Todo comenzó con una invitación de mi amigo DANIEL ARROYO, quién planeo el viaje hasta el mínimo detalle y fue el motor impulsor, para que este escritor amateur, se animara a dar crédito a tanto entusiasmo…

La propuesta: Salir en nuestras bicis todo terreno y enfundadas hasta los dientes de carpa, comida, ropa de abrigo, sopitas y dulces (nada de alcohol.. lástima), partiendo desde el Círculo Policial que ubica en la Capital de la Provincia de Mendoza y recorriendo por calles urbanas hasta el Barrio Municipal de las Heras, donde tomaríamos contacto con la casi olvidada y poco conocida, ruta provincial 13 (totalmente de tierra) va…. Lo que menos tiene es tierra, es pura piedra, ripio, pozos, etc., pero desde ese lugar iniciar un largo pedaleo en pura subida, debiendo vencer algunos objetivos como: monolito uno, casa de piedra, monolito dos, laguna de los cangrejos, las minas, cerro siete colores y finalmente la localidad de Uspallata del departamento de Las Heras: Total de recorrido 110 kilómetros.

Bueno detallada sintéticamente la introducción de nuestro viaje, ahora el desarrollo… espero que lo disfruten y se animen:

JUEVES 09-04-2009: Salí de mi casa ubicada en Villa Nueva, a las 07.20 con la bici y sus respectivas alforjas, cargando todo lo necesario para pasar tres días en el corazón de la montaña, mi pedaleo fue tranquilo y a la vez ansioso por lo que conocería y descubriría, principalmente mi fortaleza física y espiritual, considerando mis 52 años y mis 100 kilos (me saqué algunos para presumir). A las 08.00 horas y como habíamos acordado, me encontré con Daniel en la plaza del Area Fundacional; Daniel tenía también su bici en buenas condiciones y preparada con todo los elementos. Luego del saludo y algunas consideraciones, iniciamos el pedaleo en paralelo y buscando la Av. San Martín, luego por ella hasta Roca donde iniciamos la subida hasta la última calle del Barrio Municipal, luego giramos a la derecha y tras recorrer 10 cuadras nuestras cubiertas tocaron la tierra de la desconocida ruta 13. La marcha fue tranquila con una multiplicación 1 x 3 y a una a velocidad de 10 km/h, la que mantuvimos por espacio de 10 kilómetros; luego desde ahí pasamos a 1 x 2 y luego de Heber recorrido 17 kilómetros llegamos a un puesto (semi-camping) llamado “Las Chilcas” muy lindo y digno de pasar un día o dos, allí a pesar que eran las 12.00 horas nos dio hambre y afloraron los sanguches de mila. El almuerzo fue ameno y reponedor; por supuesto ignorando lo que nos esperaba (pero no se desesperen) terminamos la sobre mesa, acomodamos las alforjas y siendo las 13.30 salimos a pedalear; ahí nomás clavamos el 1 x 1, a una velocidad de 5 km/h iniciamos una larga, pero muy larga, larguísima trepada de caracoles algo así como 15 kilómetros hasta llegar al monolito Uno. Debo destacar que el paisaje, el cielo, las montañas y la naturaleza, era por demás bellísimo, además que no tenía un aparato para tomar la altura subida, pero estimo que Mendoza esta a 700 mts. Sobre el nivel del mar y trepamos a los 2.300, sinceramente hasta donde daba nuestra vista hermoso. Ahí repusimos fuerza, fotos y palabras de aliento. Ya eran las 16.30 y seguimos pedaleando pasando por un puesto conocido como Casa de Piedra, donde intercambiamos saludos con un contingente de jinetes norteamericanos y japoneses, mas los lugareños. Luego seguimos seis kilómetros mas arriba y ya siendo las 18.00 hs., buscamos un lugar para acampar, conocido como la entrada a la quebrada del Manzano. Allí a cielo abierto y buscando el refugio de la pared de un río seco armamos las carpas y juntamos muchísima leña, porque la noche pintaba para 0º grado. Finalmente luego de comer un rico asado. Acomodar el equipaje, siendo las 22.10 hs nos fuimos a dormir en nuestras carpas individuales (no fue el secreto en la montaña) mal pensados.

VIERNES 10-04-2009: Eran las 08.00 aproximadamente y luego de pasar una noche no muy cómoda por: la bolsa de dormir, el frio, los músculos fibrilando, etc. Desayunamos café con leche y galletas y empezamos a guardar y preparar todo el equipaje. Nuevamente estábamos listos y salimos a la huella de nuestro destino a las 09.00 horas, estaba frio, pero el cielo despejado y el sol brillante nos anunciaba que tendríamos una jornada de calor. Nuestro pedaleo no varió en nada… siempre en subida, la multiplicación 1 x 1, la velocidad 5 km/h, así nos fuimos adentrando en el centro del corazón de la montaña, recorrimos un sendero hecho por los animales y algunos motoqueros, acompañados por grandes paredones de piedra que cambiaban de color, según la posición del sol. También se hicieron presentes muchos Guanacos que nos miraban celosos y sorprendidos; también para nuestro deleite el vuelo de cóndores y águilas. Así las cosas y ya siendo las 12.30 y luego de haber recorrido 20 kilometros, nos paramos para descansar y alimentarnos, por supuesto que le dimos duro al salame, queso y pan, allí luego de ver pasar motos y dos 4 x 4; iniciamos el recorrido, sin saber que un kilómetro mas adelante, nos esperaba lo mas duro de todo el viaje, 13 kilometros de durísima subida la que hicimos 7 km 1 x 1 y 6 km a pie, llegamos con la lengua afuera al monolito Dos. Demás está explicar lo hermoso que fue llegar y conocer ese lugar, un paisaje cargado de montañas con nieve, valles, altura, cielo azul, inmensidad, paz y alegría por el esfuerzo. Allí descansamos por espacio de 40 minutos y luego…. Una bajada intensa y reparadora de 17 km por un camino serpenteante y bellisimo. Luego nuevamente a pedaler otra vez 1 x 1 para hacer 5 km. mas y llegar a la Laguna de los Cangrejos, un páramo casi natural con vertiente, pequeña laguna y sauces a su alrededor, el descanso fue de 30 minutos. Ya eran las 16.30 y decidimos seguir ( a pesar que el esfuerzo ya se sentí en todo el cuerpo), pedaleamos hasta las 18.10 y nuevamente buscamos un lugar apartado del camino, con reparo para las carpas y con leña; así fue que armamos el campamento en un rio seco rodeado los 360º grados de montañas de piedra y tierra (bellisimo), además oscureció y apareció una luna nueva gigante, redonda y brillante, que dejaba clarísimo el campamento. También apareció el frio con toda intensidad, eran las 21.30 horas, ya habíamos cenado: sopa, tallarines Express. Algo de pescado embasado y dulce. Pero el frio nos obligo a acostarnos tapados hasta los dientes. La noche fue larga y poco cómoda otra vez; pero bueno eran las ocho de la mañana y el sol estaba allí para darnos aliento.

SABADO 11-04-2009 : Bueno era el último día, luego de desayunar y deleitarnos con una manada de guanacos muy cercana, preparamos todo y comenzamos a rodar, siendo las 09.00 horas. El recorrido prosiguió por 17 km mas 1 x 1 a 5 km/h. siempre acompañado por grandes paredones de montañas muy bellas, pasando por un lugar conocido como la “Cueva” donde existe una cavidad grande (parece utilizada por cazadores y motoqueros), así las cosas llegamos a un lugar conocido como la o las Minas, un complejo de casas abandonadas y donde se presume existe o existió una mina que ahora se nos presentaba abandonada. Justamente en ese lugar y sin previo aviso se inicio un vertiginoso descenso, donde clavando ambos frenos a disco para regular la velocidad, en parte llegamos a alcanzar los 60 km/h. así fue el recorrido a pura velocidad, emoción y equilibrio que se extendió por 25 kilómetros hasta que llegamos a un cerro conocido y señalizado como “Siete Colores” que era de verdad, aparentemente su conformación mineral era de muchos colores y lindo para sacar varias fotos. Finalmente continuamos viaje con un descenso mas tranqui por siete kilómetros y llegamos a la localidad de Uspallata, donde almorzamos en un resto. Luego sacamos pasaje de regreso en colectivo y llegamos a Mendoza a las 18.

ALGUNOS DATOS ESTADÍSTICOS:

Total del recorrido…………………………………..: 110 km.
Subida ………………………………………………: 70 km.
Bajada……………………………………………….: 40 km.
Pinchaduras (solo en mi bici)………………………..: 1
Agua consumida por dia…………………………….: 4 litros

LO VOLVERIA HACER: Sí… totalmente.

Antologia Urgente en Bicicleta



No se puede hablar de la bicicleta, dice el antropólogo francés Marc Auge, sin hablar de sí mismo. La bicicleta es la infancia, es el descubrimiento del cuerpo, una exploración del espacio y el tiempo distinta; el conocimiento de los límites y del más allá. El sueño del ciclista es el de andar por la tierra como el pez en el agua o el ave en el cielo y sin embargo, como paradoja, la bicicleta frente al mundo mediático en que vivimos es el principio de realidad. Andar en bicicleta es también lo que no se olvida.
Los franceses, tan inclinados a la exageración, es uno de sus rasgos de estilo después de todo, querrán llevar el asunto para el lado de lo subjetivo; así Eric Fottorino, ciclista, novelista y hasta el año pasado director de Le Monde, llega a decir que andar en bicicleta es un modo de escritura. ¡Esta manía de querer convertirnos a todos en plumas! En su Pequeño elogio de la bicicleta (ed. Gallimard, aún no traducido) alega que muchas ideas vienen mientras se pedalea. Y trae la imagen, como si fuera una foto vieja, de Diño Buzzatti, enviado en el año 1949 por el Corriere della Sera para escribir sobre la vuelta de Italia, competencia que, con sus maratónicas -y muchas veces inhumanas- tres semanas de recorrido por las rutas de la península y países vecinos, este año cumple cien años. Aunque la anécdota es muy buena (más allá de lo que haya escrito el autor de El desierto de los tártaros, quien al parecer equiparó el duelo de los dos favoritos con la lucha Aquiles y Héctor), y hasta parece inventada, no creo que alcance. Se necesita algo más.
En una entrevista reciente, el maratonista y novelista japonés Haruki Murakami también resaltaba la importancia del esfuerzo físico para la escritura. Haciendo de contrapeso, el desaparecido Roberto Bolaño, en una conferencia amarga y ahora célebre aparecida en El gaucho insufrible, decía que estamos en una época de escritores que van al gimnasio. Como para poner las cosas un poco más parejas, como para no ponernos sin quererlo e inadvertidamente del lado del fitness y la cosmética en general (del cuerpo, de ideas, da lo mismo). Pero no; la bicicleta que está del lado de la cultura del cuerpo hermoso es justamente la negación de la bicicleta que amamos; la bicicleta fija, la bicicleta inmóvil que ni siquiera hay que saber manejar y que no nos lleva a ninguna parte.
El antropólogo Marc Auge aunque también se ha dedicado a estudiar la dimensión poética de la bicicleta ya que subrepticiamente nos hace entrar en otra geografía, uniendo puntos y recorridos que otros medios de transporte impiden unir, es más medido en su análisis y no va tan lejos como Fottorino.
Andar en bicicleta no nos convertirá en artistas; para Auge, la bicicleta simplemente nos hará más humanos, nos ayudará a comprender a los otros; nos ayudará a cambiar la ciudad y empezando por ahí, quizás, a la sociedad toda.
En su reciente Elogio de la bicicleta (ed. Manuels Payot, no se tradujo aún al castellano), dice: “La bicicleta es un humanismo”. Antes de llegar a esta conclusión propone un recorrido que va del mito a la utopía pasando por la crisis. Una utopía que él llama eficaz, en tanto fuera capaz de convencer a los habitantes de una ciudad determinada. La bicicleta -se entusiasma Auge- cumple con un doble aspecto central: es la dimensión perceptible y real de un mundo utópico.
Parte del aspecto mitológico de la bicicleta había sido magjstralmente puesta de relieve por Roland Barthes en sus célebres Mitologías, en las que analizaba la construcción de la figura de héroe por parte de la prensa que cubría el Tour de France.Pero más allá del imaginario alrededor de las dos ruedas, parte del interés del rescate de la bicicleta radica en el modo en que ella articula la mitología social y la personal.
Todos tienen su historia personal para contar con la bicideta y el uso o no de la bicicleta como transporte también puede hablar de la comunidad que somos o queremos.
En mi propia historia, hasta llegada la edad adulta, la bicicleta había sido una presencia intermitente aunque siempre asociada con el cambio, o al menos, la voluntad de tal cosa. Llegado del Gran Buenos Aires, me permitió descubrir la ciudad y, al mismo tiempo que la conocía, de forma paradójica, transformarla en un lugar siempre nuevo y extraño. En especial, los paseos nocturnos saciaban para mí dos pasiones fundamentales. Una: la idea de aventura representada por el viaje; salidas solitarias que me transformaban; sin gastar dinero que por otra parte no tenía y amaneciendo la mañana siguiente en la misma ciudad (lo que, después de todo, era una ventaja, teniendo en cuenta que había que ir a trabajar). Dos: la literatura, y con ella la revelación y el misterio; esos paseos, se me antojaba -tal vez era sólo un capricho-, me acercaban a la ciudad de Borges y Bioy, representada no sólo en sus escritos sino en sus largas caminatas, cuya referencia ha sido siempre una constante. Llegada y bien entrada la treintena; habiendo perdido ya una novia de años a la que mi condición de peatón y ciclista ocasional ponían los pelos de punta, la bicicleta se hizo definitivamente parte de mi vida y así me transformé, como lo había sido mi abuelo italiano, en una persona que nunca tuvo auto.Marc Auge, el teórico de los no lugares, el cronista de la deshumanización del espacio urbano, hace también un ferviente Elogio de la bicicleta; librito aparecido también en el último año, en ocasión del proyecto de bicicletas comunitarias como transporte público que le está cambiando la cara a ciudades como París, Barcelona, Londres y pronto -ojalá- a Buenos Aires. Nuestra ciudad podría ser un caso emblemático. Porque nada más fácil aquí que una primera reacción de negación; decir que es imposible. Pero la idea de la bicicleta como medio de locomoción protagonista en la ciudad no es tratar de acomodarse a lo que hay, sino justamente una invitación a transformar lo dado.
En un momento de urbanización del mundo, escribe Auge, donde los sueños rurales están condenados al clisé de la naturaleza domesticada de los parques regionales o a sus simulacros, los parques temáticos, el milagro del ciclismo reinventa la ciudad como un lugar de aventura.
El sistema que pone bicicletas a disposición tanto de los habitantes como de sus visitantes obliga a reencontrarse, socializar las calles, rehacer los lazos vitales y soñar con un nuevo espacio.
El libro de Auge, como un espejo del fenómeno que retrata, es en sí un lugar de encuentro; porque, lo que rara vez ocurre, la teoría parece encontrarse con la práctica; el catedrático se confunde con el hombre común; el pesimismo reinante en la academia deja de lado por un rato su pasión por el cinismo, sonríe e invita a la acción.
Auge refiere cierta experiencia vacía del turismo, vivida incluso por el habitante nativo fruto de este urbanismo galopante que transformó a la ciudad antigua en un armazón vacío, en un decorado o un museo: el viejo museo, a cielo abierto.
El placer de andar en bicicleta restituye una dimensión simbólica y vocación primera de la ciudad; la del encuentro imprevisto. En general, lo poco que se comparte en una ciudad desconocida son los medios de transporte; pero compartir el sistema de Bicing (nombre que adquirió el proyecto en Barcelona) es algo totalmente distinto a soportar el calor y el gentío del subte. Es ser parte de una empresa común de transformación. Lo urbano, dice Auge, se extiende por todas partes pero a pesar de ello, o mejor dicho, por ello, estamos perdiendo a la ciudad y así a nosotros mismos.
Por eso la bicicleta podría jugar un rol crucial para recuperar la conciencia de sí y del lugar donde vivimos, dimensiones que, al fin de cuentas, van juntas. Auge señala como un peligro (mucho más peligroso que las calles mismas, que no lo son más para los ciclistas que para los peatones o los automovilistas) que esta experiencia se transforme en un evento veraniego, para turistas y de publicidad. No hay que engañarse; el proyecto Vélib (así se llama en París) sólo será exitoso cuando los habitantes de hecho crean que ir a trabajar o hacer lo que sea en bicicleta es una opción natural; cuando poner 20 mil bicicletas en la calle obligue a realizar la infraestructura necesaria para que todo el mundo se contagie y rescate su bicicleta. Cuando nuestras ciudades se parezcan más a Amsterdam que a Los Angeles. Lo mismo vale para Buenos Aires.
Hasta hoy, las únicas bicisendas eficaces están en el área de los Bosques de Palermo y sólo sirven al esparcimiento; son sendas que no van a ningún lado. A los carriles para bicicletas en las avenidas los usan en su mayoría motos o aparecen como lugar de estacionamiento para automovilistas, para quienes las bicis son sólo una molestia. Así y todo, cada día son más y más los que salen a enfrentar la ciudad en dos ruedas; hay muchas agrupaciones de ciclistas de todo orden y una conciencia de que la transformación es posible. Sin profundizar el hecho de que esta revolución es de la clase media; hay que recorrer las grandes estaciones de trenes y los furgones para saber que, para muchos, la bicicleta siempre fue la única herramienta y el único bien.
Auge toma nota de otro desafío: no cerrar el fenómeno intramuros. La vida no termina en la General Paz. Todo lo contrario; recorrer la ciudad, conocer sus declives y elevaciones, la calidad de sus calles, la pureza o no de su aire y recorrer también con las alforjas a cuestas las rutas, me han dado en lo personal una hermosa sensación de continuidad. De golpe Buenos Aires se abre y me encuentro en la llanura, bajo un cielo pampeano. Si tomo hacia el Oeste para el lado de Mataderos, donde la avenida Alberdi es bien abierta, en general pedaleo contra el viento que -se sabe- la mayoría de las veces sopla desde la cordillera.
Gentileza de Eduardo Ribó Bastian (Gracias Lalo)